Lo que es realmente importante nunca podrá ser descrito con palabras – cine[recursivo]

“Expertos detectives que analizan los detalles y descuartizan la película como si fuese una escena del crimen, que nos enseñan cosas sorprendentes, convincentes, innegables, esclarecedoras que nos exponen absolutamente todo y en detalle… pero que olvidan lo más importante. ¿Cuál es la emoción de esa sonrisa?”

Lo que es realmente importante nunca podrá ser descrito con palabras

Un día, (realmente hace poco), tuve una epifanía aturdidora…

…una visión tan fuerte y clara que cambió mi vida… de hecho, podría decir que me cambió a niveles muy profundos que me han obligado a replantear mi rumbo completamente… Un camino que no estoy muy seguro de recomendar a otros y que claramente aplica sólo a quienes entiendan realmente de qué estoy hablando…

Te ofrezco dos píldoras, en esta mano, con la azul, accederás a herramientas poderosas, a los secretos y recursos más útiles para hacer una película. Es un camino duro, pero seguro. En cambio, en la otra mano, con la píldora roja, descubrirás una verdad aterradora que cambiará tu vida y que inexorablemente te obligará a cuestionar todo lo que sabemos del cine.

Si eliges la píldora AZUL, donde “todo es lo que es”, entonces deberás saltar todo este capítulo, porque no encontrarás una respuesta, de hecho ni siquiera una pregunta clara, sólo un discurso filosófico sin fundamento y completamente cuestionable… Pero claro, después de semejante presentación, claramente elegiste la píldora ROJA domdo “Sólo lo importane es lo que es”… quiero advertir claramente, que si aceptas el reto, no hay vuelta atrás…

¿Te atreves?. – NO – Salta el capítulo. – SI – Bien!, toma la pastilla roja y continúo adelante…

Un día, parado frente un grupo de alumnos discutiendo (más bien descuartizando) una de mis  películas descubrí algo trascendental: que lo que realmente era importante para la mayoría de las personas estaba en cosas que “yo no había planeado”, cosas que he de admitir, simplemente habían “Ocurrido”

Si… admitámoslo, siempre aparece la persona que dice “Amé ese homenaje X Película cuando tu realmente ni siquieras has visto esa película… pero bueno. La verdad es que la gente se conecta a cosas no viste, incluso cosas que nunca planeaste, pero te quedas callado y sonríes para que ellos digan, “Eres un genio”.

Es difícil de admitirlo, pero descubres que eres realmente bueno cuando la película que ocurre en la cabeza del espectador es mucho mejor que la película que habías diseñado en tu cabeza y si realmente eres bueno, puedes durar años en entender “realmente” tu propia película.

Fue aquí donde surgió esta verdad esclarecedora que lo cambió todo. Con mis alumnos entendí que la parte más importante de cualquier película, esa parte que la hace significante, que le da verdadero valor como una obra de arte “no puede ser descrita con palabras”.

Se que de un primer vistazo esto no suena a gran cosa, que es casi un cliché, un enunciado tan genérico y simple que es fácil de aceptar… pero no es así, es un virus que carcomerá tu forma de pensar y nos enfrenta a algo que para mi, es una realidad innegable, “Ese aspecto que da valor artístico a una película es indescriptible, sobrepasa por mucho la técnica y la razón”

Esto abre la puerta algo que es realmente delicado;  que todo lo que nos dicen los técnicos, lo que nos enseñan en las universidades y lo que argumentan los críticos o los expertos, nunca explicará este aspecto mágico.

¿De qué aspecto estoy hablando?

He aquí el problema, nadie puede describirlo: Es algo así como la sonrisa de la Monalissa. Cientos de las plumas más destacadas desde que Leonardo la pintó han tratado de describir su emoción o la fuente de su encanto. Si… es un cuadrito, pequeño, aparentemente sin gracia pero probablemente la obra de arte pictorico más reconocida en la historia de la humanidad… ¿Por qué?

Es realmente una buena pregunta que en 600 años nadie ha podido contestar.

Podríamos decir muchas cosas sobre su técnica, los expertos llenan libros con numerología sagrada, poemas y metáforas, análisis, rayos X con mensajes ocultos, relatos de la época incluso la propia vida sexual de Leonardo… pero ¿y eso que?… La verdad final y verdadera, es que cada persona, sin importar si es africano, indígena amazónico o gran logio mazónico, con su primer golpe de vista entiende esta emoción y se conecta con esa sonrisa.

Bien… la píldora empieza a tener efecto, de ahora en adelante empezarás a ver las películas que te han marcado de una forma diferente, no con la cabeza, no con tu corazón, empezarás a sintonizarte para verlas con esta parte subjetiva que vibra en ti y que pese a que lo intentes, no alcanzarás jamás a definir con palabras.

Si… ¡Nunca podrás!

¿Por qué nos cuesta tanto aceptarlo? Tal vez porque sabemos que no somos genios y confiamos en personas que saben mucho más que nosotros; eruditos, expertos, grandes iluminados que nos recalcan aspectos, detalles, información que no fuimos capaces de ver antes y que cuando la vemos “nos maravillan”. Expertos detectives que analizan los detalles y descuartizan la película como si fuese una escena del crimen, que nos enseñan cosas sorprendentes, convincentes, innegables, esclarecedoras que nos exponen absolutamente todo y en detalle… pero que olvidan lo más importante. ¿Cuál es la emoción de esa sonrisa?

No… es muy claro que no tienes que ser un erudito para conectarte y sentir algo profundo con una película, de hecho, seguramente un esquimal puede estar mucho más cerca de entender la sonrisa de la Mona Lisa que el mismo curador del Louvre, seguramente muy contaminado de otras cosas.

Ese es el verdadero poder del cine, esa conexión con algo que está más allá y que ninguno de nosotros puede definir.

La píldora roja… ¿sigue haciendo efecto verdad?

Propongo un ejercicio, solamente por un instante aceptemos que “esto que digo es verdad”  hagámoslo como otro juego, enfrentemos el reto, aceptemos que lo realmente importante en una película es algo que no entenderemos jamás, que nadie puede explicar y que pocas personas aceptan. ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo seguimos?… ¿Por dónde?

Si estuviese hablando de Dios, el tema es fácil de expresar. Digo “Entrego mi alma al señor y sigo su voluntad” y todos  me entienden perfectamente, y es que cada religión tiene un manual que es fácil de seguir, pero esto no es Dios, es “ARTE”.

Ahora…  ¿Qué es Arte?

Cuando buscamos en el diccionario no existe una definición clara, no sabemos si es el producto, una labor, una una cualidad o una actividad, de hecho, su concepto ha cambiado de tal forma con el tiempo que ahora es algo tan ambiguo y difuso que virtualmente “no significa nada”, sin embargo, todos concordamos que es el pilar de la cultura, para muchos el origen de la civilización e incluso, lo primero que nos convirtió en seres humanos… si,… lo sé, aquí hay una gran discusión que podría llenar varios libros… ¿Que fue lo que realmente creó nuestra civilización? ¿El arco y la flecha o los dibujos en las cavernas y las historias que contábamos alrededor de la fogata sobre este arco y está flecha?

Hagamos otro ejercicio… Si digo que la ciencia es la encargada de descubrir los enigmas del universo… ¿Estarías de acuerdo?, o si digo que la religión es la encargada de unir al hombre con dios, o que la filosofía la encargada de responder los enigmas de la existencia?… claro, son definiciones de diccionario, encajan en un consenso muy amplio. Tal vez es fácil definir otras vertientes humanas porque “Su función es clara”, más sin embargo, ¿Qué hace el arte?…

Lo pongo más simple… ¿Para qué sirve el arte?

Yo tengo una teoría, pero para explicarla, tengo que pedirte que retrocedamos en el tiempo al propio inicio de nuestra historia. Ese momento cuando no existía nada, y el arte lo era todo. Cuando el mismo líder era el sabio y el gran hechicero, pero también el artista, el que escupía pintura para plasmar la silueta de su mano en una piedra o el que ponía esa piedra como totem en la mitad del pueblo, para simbolizar a su dios, o la fertilidad, o recordar los cambios del clima, el movimiento de las estrellas o tal vez para conectarse con algo más profundo que hemos perdido y tal vez nunca volvamos a entender, porque es imposible que cuando nos sentemos a ver las estrellas, las vemos igual que ellos.

Avancemos de a pocos… con el tiempo las cosas empezaron a especializarse: apareció el lenguaje, la gente empezó a cambiar sus costumbres, las herramientas cambiaron la productividad y cada cosa nueva empezó a quitarle funciones al Arte.

La escritura por ejemplo, nos mostró cómo un concepto es más fácil de mantenerse en el tiempo al estar escrito, la máquina le quito la importancia a la labor frente al artífice, luego la cámara fotográfica nos mostró “Cómo una máquina ve al mundo” y le quitó la función representativa de “Retratar” al arte… ahora nos enfrentamos a máquinas que nos muestran cómo entienden el mundo, y con esto estamos a punto de perder el último bastión del Arte moderno, “el Concepto”.

¿Podemos imaginar qué va a pasar cuando las máquinas aprendan a soñar?

Si… lo se, nada de esto responde la pregunta… ¿Cuál es la verdadera función del arte?

Regresemos a esa primera caverna, al primer hombre conectándose con “Algo” que plasma en un trazo burdo y casi abstracto sobre una piedra. El primer humanos conectándose al Logos para transformarlo en Morphos, creando un Íconos universal para todos en su comunidad, incluso para nosotros de miles de años después.

Si… para mi el arte es ese canal directo que une al ser humano con “lo subjetivo” y aquí uso este término que me parece adecuado, porque no encuentro o conozco otro término más cercano a lo que creo es “Eso” con lo cual nos conecta una obra.

Creo que los artistas somos “Magos” pero de magia auténtica y verdadera. Somos canales para acceder a “Eso” que no podemos definir, pero que convertimos en “algo” que es mucho más que palabras y empociones… algo capaz de crear “Eso” que es incuestionablemente el pilar de nuestra Cultura, de TODO lo que realmente somos, porque el arte registra claramente nuestra esencia más allá de las cosas, los conceptos y las ideas.

¿A qué me refiero?

Cuando vemos un grafiti, o leemos un libro, o escuchamos una canción, esto nos cambia de manera sutil y a veces imperceptible … a niveles tan profundos que no podemos entender, incluso transforma nuestra esencia, sin que nos demos cuenta, sin que lo podamos controlar. Por esto, un artista tiene la responsabilidad más alta que puede existir, es el camino directo y más poderoso para crear cultura.

El problema es que los artista nos creemos dioses, tal vez porque somos creadores, pero la verdad es que sólo somos herramientas…

Tristemente,  los artistas no respetamos al Arte.

Admitámoslo, hemos permitido que se convierta en algo superfluo, banal, decorativo y elitista, el juguete de algunas “elite” culturales y un ejercicio intelectual de algunos pocos… y es que si respetáramos el arte entenderíamos el profundo compromiso que el “ser artista” representa; hacer una obra es como traer un hijo al mundo, un ser vivo con infinita capacidad de crear o destruir, que crecerá y se multiplicará, porque los conceptos que crea una obra de ARTE  se replican en nuevas obras de nuevos artistas a lo largo del tiempo y se incrustan en el ADN de cada cultura, porque son su base.

Siempre he dicho que los artistas deberíamos ser como los deportistas y trabajar duro como ellos. Si… debemos entrenar, porque si realmente tienes un talento, una capacidad para hacer algo especial deberías esforzarte para ser mejor y cada día superarte a ti mismo, adquirir un nuevo nivel, pero no… somos perezosos, creemos que lo merecemos todo sin esfuerzo, siempre presos de nuestro ego, dominados por las mareas banales de halagos y reconocimientos en un circo donde somos payasos haciendo alguna pirueta en medio de un espectáculo cada día más bizarro.

En el caso del cine, el tema es mucho peor, porque los cineastas somos artistas que no nos aceptamos como artistas. No… estamos muy encima de eso; somos genios enrasados con dioses, que usan la inspiración como respuesta absoluta, verdad apodíctica revelada y derecho propio de su cualidad de ser supremo.

Aquí es donde la píldora roja surtirá todo su efecto…

Es cuando aceptamos que la parte más importante en nuestra obra, “ocurre” sin que la planeemos o diseñemos nos enfrentamos a algo que es realmente difícil aceptar; admitir que nuestro talento y capacidad “superior” simplemente ha servido como herramienta para que el ARTE “Simplemente ocurra”.

Es aquí donde esta visión rompe completamente todo lo que sé, lo que he hecho o he logrado (o todo lo que creo que he logrado). Es el punto donde me veo obligado a aceptar que apenas soy un instrumento de algo que está mucho más allá y que no entiendo.

Creo firmemente que un cineasta tiene una responsabilidad muy profunda con su tiempo, con su cultura y con alguna causa, porque también creo que toda obra debe decir algo… y que la principal labor de todo autor es “afinarse” de la forma más precisa posible, como un instrumento musical muy preciso, sintonizarse como antena y convertirse en canal de cosas grandes.

Para mi, una película es ese espacio donde nosotros los cineastas secuestramos a alguien por dos horas, para llevarlo a otro mundo donde hacemos con Él virtualmente lo que se nos da la gana. Una película debe servir de puente entre “Eso” que está allá y el lado subjetivo de la gente.

Ahora, se que esto no es más que una apreciación personal, de hecho, es algo que muy seguramente contradirá   muchas de las conclusiones y caminos que plantearé más adelante. Claramente es igual de válida la postura de aquel que dice “yo simplemente hago la película que se me da la gana”

Lo único importante al final del día es eso que ocurre cuando alguien se sumerge en ese cuarto oscuro para ver la luz en una pantalla.

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